Respecto a la moratoria de la obligación de presentar concurso.

Los concursos se suelen mover bajo la influencia inequívoca de un certero e infantil adagio castellano que se constituye como contrapunto al aforismo latino del “prior in tempore potior in ure”. Ser el último, por cruel que nos resulte, era antes, y sigue siendo sin duda ahora, un signo inequívoco de ser el más perjudicado. Dicho eso, y tras el aluvión de críticas que de nuevo recibe la moratoria de la obligación de solicitar el concurso por los agentes que de uno u otro modo incidimos activamente en estos procedimientos, me tengo que preguntar por qué no vemos en el nuevo plazo una oportunidad y no una amenaza. Una oportunidad para utilizar los mecanismos preconcursales correctamente -tanto por acreedores honestos como por empresarios honrados- con la protección que ello supone para administradores sociales frente a la continua persecución del administrador público -Seguridad Social y Hacienda- , un tiempo de confort para preparar adecuadamente las ventas de las unidades productivas rentables -salvando con ello empleo y riqueza-, incluso para amortiguar la entrada de los concursos en los Juzgados de lo Mercantil que pronto verán sus anaqueles virtuales nuevamente repletos de los escritos y penurias que acompañan a las peticiones de liquidación.

 

Por más que nos guste la “lege ferenda” no perdamos de vista nunca la “lege data”.

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