Camino
Querido hijo,
En cierto modo, “El Camino”, como la vida, como el propio tiempo del que la misma está formada, ni vuelve ni tropieza. El camino se construye siempre hacia delante, paso a paso, zancada a zancada, persiguiendo las señales que otros dejaron a la vista para evitar extravíos, soportando el frio húmedo del invierno, el calor abrasante del verano y la lluvia fina que cala hasta hacernos temblar.
Cuando te pares a mirar, verás que ese camino, aquí también como la vida, se pierde a lo lejos, en un recodo, mientras atraviesa el valle o serpentea entre laderas, sorteando las montañas altas que se interponen a su paso, vadeando ríos y enfilando con serenidad los campos de tierra labrada. Así tiene que ser hijo. Pero si te detienes a escuchar, a oír de verdad, seguro que podrás sentir el eco sordo de las risas y los llantos antiguos de los peregrinos que en otro tiempo emprendieron también su propio viaje. Cada uno tirando de su propia historia, soportando su propio peso, pero siempre idéntico camino, el mismo polvo que nos soporta a todos.
Sé que ahora estás cansado, pero vuélvete y mira a tu alrededor, levanta la vista hacia a lo más alto y te verás empequeñecido por la presencia imponentede la Catedral, con la aguja que remata el campanario pinchando las nubes de ese cielo mágico en el que flotan leyendas, meigas y sueños, los sueños y los ruegos de todos aquellos que, antes que tú, desde todas partes del mundo han acabado sentados donde ahora lo hacéis vosotros. Yo sé que aún es pronto, pero solo es cuestión de tiempo para que puedas entender lo que las piedras de ese pórtico le advierten al viajero, pero todo en su debido momento. Ahora lo que toca es recordarte que tu vida de verdad, tu auténtico camino, comienza en este instante. Y todos los que te miramos desde aquí, anclados en nuestra propia rutina, los que son ya memoria -los abuelos y la yaya- y los que todavía te sostenemos el paso -la abuela, tu madre, tu padre…- todos esperamos que ese viaje que te toca emprender en solitario te permita valorar lo mucho que te hemos querido, la enorme suerte que hemos tenido con que hayas venido a este mundo a llenarlo de alegría, a inundarlo de presencia y sentido, a hacer más llevadera la carga de nuestra propia mochila.
Ahora toca despedirse, pero por favor no olvides Mario que la búsqueda de la felicidad es lo único que le da sentido al camino. Así que tú sigue caminando, corriendo cuando corresponda, pausando el paso si es oportuno, y no olvides que, aunque momento podamos perdernos de tu vista, siempre estaremos ahí detrás, quizá escondidos, siguiendo tus pasos, atentos a cuanto te rodea .
Buen camino hijo.
Para Mario Parra Soler.
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