Descanse en paz Mr. Hurt.
Con la Pascua por medio, me ha pasado inadvertido el fallecimiento del actor William Hurt, y ha tenido que venir a recordármelo mi admirado compañero Javier Gómez Taboada https://fiscalblog.es/?p=7527l, del que tanto aprendo siempre y al que persigo por las redes a ver si consigo que se me pegue algo de todo aquello que tan amablemente él nos regala de continuo.
Reconozco que las horas que le gano al día no me gusta gastarlas delante del televisor, ni siquiera ahora que el demonio se me ha metido finalmente en el cuerpo y estoy a la espera de expurgarlo a base de confinamiento, paciencia y mucha agua, qué remedio sino, sin poder dejar de advertir que el muy canalla, cuando aún no éramos capaces casi de reconocerlo, se llevó a mi madre un cuatro de abril de hace dos años ya.
Con ese apagón informativo en el que subsisto, no sé si las cadenas generalistas se han hecho eco del fallecimiento de Mr. Hurt o bien el mismo habrá pasado inadvertido, disimulado entre el fárrago que arrastra tanta inmundicia y desolación: la crueldad de la guerra, tanta muerte inútil, la amenaza de la inflación y el empobrecimiento, la desolación de la continua política de bajura a la que asistimos…, en fin.
Dicho eso, quiero aprovechar este altavoz para compartir con quien me lea -sois por lo menos dos o tres- que cuando mi vida no era otra cosa más que un proyecto incipiente, a finales de los ochenta, en una tarde cálida de otoño, empequeñecido ante la penumbra silenciosa de un cineclub universitario en la que flotaban suspendidas e incandescentes, como pavesas, millones de motas de polvo -otra pérdida irremisible con la obsolescencia del mundo analógico-, bajo el narcótico runrún de las bobinas de un proyector de 35 milímetros y a media luz, me llegó la voz doblada de Ned Racine (William Hurt), un joven abogado de Florida, absorto en una vida normal, que se ahoga en mitad de la tormenta que provoca Matty Walker (Kathleen Turner), una tentadora y sensual mujer casada con un rico hombre de negocios (Richard Crenna). De aquel estruendo juvenil saqué algo en claro: hay hombres que por una mujer son capaces de hacer todo aquello que resulte necesario. Aquella advertencia, aún hoy en mi madurez, hay noches que no me deja dormir.
Descanse en paz Mr. Hurt.
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