ALONSO DEL YERRO
CARA V.
Conocí a los jóvenes dueños de esta bodega ribereña hace años, en una cata a la que, como siempre, me apunté a destiempo. Apretándose todo el mundo, me hicieron un hueco. Por aquel entonces entendía de vinos lo mismo que ahora, es decir, nada, haciendo bueno aquel dicho castellano de que el buen bebedor solo sabe distinguir dos clases de tintos: los que le gustan y los que no.
Ayer tuve ocasión de volver a probar el vino más popular de esta bodega, lo compartí con amigos, con sus hijos y con el mío -los niños como meros espectadores, evidentemente-, y lo probamos con un surtido de quesos -ya sé que no es lo propio, pero me gusta, y como soy el que pago, pues eso-, con verduras frescas de la huerta, por cierto, asadas en una parrilla en la que ardía madera de la jara, y con abundante carne autóctona de las sierras granadinas.
Un vino criado en altura, en las zonas frías del Burgos que tanto me gusta, elaborado en su totalidad con nuestra uva más conocida y utilizada, la tempranillo, y proveniente de cepas clavadas en suelos diversos.
Aunque ya se sabe que lo corriente es que el importe de la cuenta se acabe olvidando y lo que perduran son otras cosas: recuerdos, emociones, sensaciones, he de decir que la relación calidad precio de este vino es espectacular. Por lo menos en el Restaurante Sacachorchos, de Sierra Nevada (Granada).
Para una sobremesa silenciosa, un vino muy recomendable. Quizá para una comida larga escogería otros. Pero para acodarme encima de una mesa, con la piel desnuda y la camisa sin abotonar, distraído en la luz que entra por la ventana y salpica en la lisura de una copa Rieder 001 doble magnun, esparciendo en la anchura de la habitación un millar de brillos, sin duda, Alonso del Yerro es una magnífica elección.
Por cierto, hoy te echo mucho de menos.
Comentarios
Publicar un comentario
La única obligación es ser respetuoso…, nada más.