Cara V: TABUERNIGA, un excelente vino de Telmo Rodríguez.
Anteayer cenamos toda la familia en “Aponiente”, el magnífico restaurante que Ángel León regenta en el Puerto de Santa María, Cádiz. Fue un maravilloso regalo de mis “hermanos” Pedro y Rafael Martínez de la empresa “INCOAL”. No toca hablar en este momento de la experiencia gastronómica que supone la visita a este tres estrellas Michelín, pero, ciertamente, no puedo desaprovechar la ocasión para agradecer el enorme esfuerzo que artistas como el Sr. León realizan a diario para poner la gastronomía española en el sitio que sin duda se merece. La cena fue para no olvidar.
Pero a lo que vamos, quiero hablar del vino con el que acompañamos la práctica totalidad de los numerosos platos que, con base de pescado y productos del mar, nos sirvieron los cariñosos camareros que nos atendieron durante toda la noche. Una botella de la Rioja Alavesa, TABUERNIGA, en concreto una añada de 2014 del mago Telmo Rodríguez.
La denominación del vino la proporciona el nombre de un valle vertical y escaso, sostenido entre terrazas, aislado en su propia singularidad, de la localidad alavesa de Labastida, pueblo de apenas mil quinientos habitantes, que se eleva del nivel del mar algo más de medio kilómetro. Su estrechez y aislamiento se aprovecha por las variedades de ciclo vegetativo más corto, que de esta forma ofrecen distinguidas expresiones que resultan muy educadas al entrar en la boca convertidas en vino. Ningún sorbo desentona en elegancia y suavidad. Ni el primero, ni el último.
Este vino es un “coupage” de las variedades de uva Tempranillo (como siempre la dominante), Garnacha, que le aporta alcohol, algo de acidez y enorme elegancia, y Graciano, la otra gran uva de Rioja, y una de mis preferidas, que introduce en el caldo aroma y estabilidad en su envejecimiento.
Vino perfecto para acompañar una noche que se quedará grabada en la memoria.
Desde Cádiz, pasando por Málaga y Granada, hasta llegar a casa, en apenas cuatro horas, por delante nuestra han desfilado climas atlánticos que tiñen de verde todo lo que nos rodea, bosques de pinos y alcornocales, cielos arrinconados por un viento incesante que nubla la razón, la calidad dulzura del mediterráneo encerrado entre pequeñas calas ausentes y áridas, una extensa corteza de plástico que encierra el milagro de nuestra tierra, y así hasta llegar aquí, a nuestra casa, donde el campo se arruga y retuerce en pliegues hermosos e interminables.
Luego, por la noche, paseando para recobrar la normalidad, he visto a gente llorando de emoción mientras procesiona en silencio, bajo la luna creciente y un olor a incienso que se mezcla con los jazmineros que desbordan y cuelgan de los balcones, cada uno encerrado en sus pensamientos, ensimismado en su gente, pidiendo por ellos, y quizá alguien, quién sabe, pidiendo también por mí. Y me he imaginado en otra vida, en otro lugar..., en otro tiempo. Sí, la imaginación es capaz de llevarnos a sitios imposibles.
Buenas noches.
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